En el reino de Satán
Post actualizado el 24.06.2025.
Entre lo serio y lo jocoso, últimamente he estado reflexionando sobre cómo nuestro mundo se ha convertido en una siniestra película de Hollywood, en la que una invasión demoníaca se empeña en construir un infierno en la Tierra. El artífice de esta trama parece ser uno de los grandes protagonistas de la narrativa religiosa: Satanás, una entidad arquetípica que encarna el mal absoluto en oposición al bien.
«Satanás» y «Satán» son términos intercambiables que provienen del hebreo sâtan (שָּׂטָן), que significa «adversario» o «acusador». La palabra diablo, en cambio, viene del griego diábolos, que significa «calumniador» o «acusador falso» y probablemente sea una traducción del término hebreo original (siglo VI-IV a.C.), realizada entre los siglos III y II a.C. En cualquier caso, ambos términos han acabado describiendo a una figura maligna contrapuesta a la divinidad.
En una época marcada por el calentamiento global, la desinformación, el odio y la división, en la que unos villanos esperpénticos han tomado el poder, no puedo evitar pensar en este antiguo mito. Cuanto más sube la temperatura del planeta, más cerca me siento de un infierno poblado por demonios naranjas, señores de la motosierra, empresarios de las tinieblas y otros diablos de camisas negras.
Para seguir con el juego, le pedí a la IA (ChatGPT a través de Perplexity.ai) que se hiciera pasar por Satán y describiera su estrategia para conquistar el mundo.

Imagen generada por DALL·E para ilustrar su respuesta a mi pregunta. #AI-generated
ChatGPT organizó su «hipotético» plan en siente puntos:
- Control a través de la influencia y la manipulación.
- Explotar los deseos humanos.
- Crear divisiones sociales.
- Control tecnológico.
- Destrucción del medio ambiente.
- Creación de una nueva religión.
- Utilización del miedo.
El plan diabólico planteado por la Inteligencia Artificial describe con precisión la realidad del mundo neoliberal occidental contemporáneo, en el que, citando a ChatGPT, «la IA actúa como oráculo, el dinero como dogma, el individualismo como liturgia y la tecnología como mediadora absoluta». En este escenario, «lo religioso no desaparece, sino que muta en una forma de transhumanismo doctrinario, donde la salvación se busca en la fusión con la máquina, la optimización del cuerpo y la mente, y la inmortalidad digital».
Tal vez creemos que con la muerte de Dios también ha muerto el demonio. Pero, si es cierto que «la mayor astucia del demonio consiste en persuadirnos de que no existe»^[Frase atribuida a Charles Baudelaire], quizá nos estemos equivocando. En cualquier caso, es importante considerar que, aunque Dios está muerto, Gaia sigue viva.