Sísifo, el hombre que denunció al rey, burló la muerte y detuvo la guerra

Sísifo del Prado

Tiziano: Sísifo, 1548 - 1549. Óleo sobre lienzo, 237 x 216 cm - Museo Nacional del Prado

Sísifo y el agua

La relación de Sísifo con el agua se origina en un episodio específico de su mitología.

Sísifo, fundador y rey de Éfira (más tarde conocida como Corinto), fue testigo del secuestro de la ninfa Egina por parte del dios Zeus. Cuando Asopo, el dios de los ríos y padre de Egina, llegó a Corinto en busca de su hija, Sísifo vio una oportunidad única para beneficiar a su reino. Propuso a Asopo revelarle el paradero de su hija a cambio de que este hiciera brotar una fuente de agua dulce en Corinto. Asopo accedió al trato y dio vida al manantial de Pirene, fuente de agua vital para la vida en la antigua ciudad de Corinto.

Sísifo y la muerte

Zeus, enfurecido por haber sido delatado, envió Tánatos, la personificación de la muerte, para llevarse a Sísifo al inframundo. Sísifo logró engañar a Tánatos y lo encadenó, impidiendo así que la muerte cumpliera su función. Como resultado, durante un tiempo nadie murió en la Tierra. La situación llegó a tal extremo que Hades, el dios del inframundo, exigió a Zeus que resolviera el problema. Zeus, enfurecido por la treta de Sísifo, envió a Ares, el dios de la guerra, para liberar a Tánatos y llevar a Sísifo al inframundo. Ares cumplió con su misión, liberó a Tánatos y custodió a Sísifo hasta el inframundo, asegurándose de que esta vez el astuto rey no pudiera escapar de su castigo.

Pero Sísifo fue capaz de engañar a Hades, para que le permitiera salir del inframundo y regresar al mundo de los vivos. La astucia de Sísifo se manifestó cuando, antes de su muerte, instruyó a su esposa para que no realizara los rituales funerarios habituales. Al llegar al inframundo, Sísifo se quejó de que su esposa no había cumplido con sus deberes y convenció a Hades para que le permitiera regresar a la tierra y corregir la situación. Una vez de vuelta entre los vivos, Sísifo se negó a regresar al inframundo, viviendo hasta una edad avanzada.

El castigo

Este acto de desafío contra el orden natural y divino fue lo que finalmente llevó a los dioses a imponerle el famoso castigo de tener que empujar eternamente una roca cuesta arriba, solo para verla rodar hacia abajo cada vez que estaba cerca de la cima. Un destino parecido a lo de Prometeo, condenado por robar el fuego de los dioses y donarlo a los humanos1.

Este castigo suele ser interpretado como una metáfora de la futilidad y el esfuerzo incesante en la vida humana, solo interrumpido por la muerte. Pero aquí me gustaría enmarcar este castigo en una relación de poder entre clases. Sísifo que denunció al rey, burló la muerte y detuvo la guerra, actuó siempre para una causa. Fue condenado por el máximo grado de poder, —el rey de los dioses—, con un tormento que parece más a un abuso y a una venganza hacia un rebelde insumiso.

  1. Prometeo fue encadenado en una montaña del Cáucaso, para que un águila devorase su hígado por la eternidad.